Si alguna vez me pidieran que escogiese el disco de mi vida, no tendría ninguna duda en elegir este “Secret Story” del prodigioso guitarrista de Missouri Pat Metheny, uno de los discos más importantes de todo el siglo XX. Un disco muy íntimo y personal en el que, en principio, Metheny iba a tocar todos los instrumentos. Finalmente decidió llamar a algunos de sus mejores amigos (para que le acompañasen en su particular descenso a los infiernos de la saudade) e incluso contrató a la prestigiosa London Orchestra para que colorease el monumental proyecto. Un disco introspectivo y bellísimo, emocionante y atormentado, sofisticado y dramático, a medio camino entre el desgarro y la locura. Un trabajo de cinco años que comienza con un coro de voces camboyanas y que se tiñe con bellísimas armonías, con largas exposiciones instrumentales, con pinceladas de jazz, pop, música brasileña, música clásica y la tradición de las bandas orquestales americanas, todo ello punteado con los característicos solos de guitarra sintetizada de Pat Metheny, aquí más desgarradores que nunca. ¿La clave de esta maravilla, de estos 80 minutos de música tan hermosísima? “Secret Story” surgió como ofrenda al amor de su vida, una chica brasileña con la que mantuvo una relación que, desgraciadamente, terminó. Por ello, “Secret Story” se articula en tres momentos: un comienzo complaciente (el del amor triunfante), un intermezzo romántico y un final tremendamente melancólico, el del fin de la relación. Las lágrimas de la ruptura transformadas en esta particular “historia secreta” que acabó convirtiéndose en el himno más grande jamás escrito a un amor imposible, tan imposible como intentar meter una catedral dentro de una maleta. He de decir que yo tuve la suerte de estar en el antiguo Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid cuando presentó el “Secret Story”. Tal vez el concierto más increíble de mi vida. Eran otros tiempos, sin duda más felices. Eso fue hace muchos años. Y han pasado demasiadas cosas, demasiadas historias secretas.