Publicado en El Norte de Castilla el 25 de enero de 2007
Algo huele a podrido en esta sociedad cuando el beneficio va unos pasos por delante de las vidas humanas, cuando la salud de las personas está supeditada a los intereses económicos de las grandes empresas. Dentro de cuatro días se celebrará en India la primera vista de un juicio iniciado por la denuncia de la todopoderosa empresa farmacéutica Novartis al Gobierno indio. Las oenegés Intermón Oxfam y Médicos sin Fronteras llevan tiempo alertando sobre las gravísimas consecuencias que puede tener una sentencia favorable a los intereses del laboratorio suizo. La razón de este conflicto es muy sencilla. El gobierno de India diseñó en su día una ley de patentes cuyo principal objetivo consiste en proteger la salud pública, de tal manera que solo concede patentes para medicamentos que son realmente innovadores (evitando la práctica habitual de los laboratorios farmacéuticos que, con el execrable fin de ampliar su monopolio, solicitan patentes por mejoras de medicamentos ya existentes). La consecuencia es que millones de personas en todo el mundo dependen directamente de los medicamentos genéricos que son producidos en India. Gracias a ellos, por ejemplo, el precio en los tratamientos para el sida se ha reducido en el 99% (un coste de 130 dólares por paciente al año, mientras que bajo patente sería de 10.000 dólares). Ahora Novartis ha llevado a los tribunales al Gobierno indio al no ser aceptado su registro de patente para un medicamento contra el cáncer (en India fabrican uno casi idéntico a un precio diez veces menor). Es evidente que si Novartis gana la demanda, si India deja de ser el paraíso para los medicamentos genéricos que nutren a casi todo el mundo, las consecuencias directas para millones de enfermos, especialmente en los países pobres, serán catastróficas. En el 2001, los líderes mundiales firmaron la Declaración de Doha, que anteponía la salud de las personas a los beneficios económicos. Desde entonces, los gobernantes de los países ricos (que en muchos casos llegan al poder gracias al apoyo económico de empresas poderosísimas, entre ellas las farmacéuticas) miran a otro lado con descaro e indecencia. La Organización Mundial de la Salud lleva varios años denunciando la política siniestra de estos países, una política que únicamente les favorece a ellos, e implorando un sistema comercial global que asegure medicamentos baratos para todos y otorgue prioridad a la salud por encima de los intereses económicos. Hay que recordar además que Novartis fue una de las 39 empresas farmacéuticas que hace cinco años interpuso una demanda contra el Gobierno surafricano a fin de impedir que importase medicamentos más baratos para tratar el sida… Y sí, ya sé que va a salir algún iluminado con la letanía del legítimo derecho de las empresas a ser premiadas por invertir sumas astronómicas en investigación. En la balanza está por un lado la vida de millones de personas y por otro el mantener los beneficios obscenos de los laboratorios farmacéuticos (los datos de lo que ha ganado Novartis en 2006 son realmente pornográficos). Creo que para encabronarme un poco más, veré otra vez ‘El jardinero fiel’ y me acordaré amistosamente de los que decían que solo era una película.