Publicado en El Norte de Castilla el 2 de abril de 2009.
Hay muchas formas de disfrutar la Semana Santa, elige la tuya. Algo parecido reza una cuña publicitaria sufragada por la Junta de Castilla y León. Aun así, algunos pretenden enturbiar, politizar y enrarecer una Semana Santa de la que todos los vallisoletanos, creyentes y no creyentes, nos sentimos orgullosos. Y no sólo es el lazo protesta que vuelve a resucitar la doble moral de la Iglesia, capaz de reabrir un agrio debate sobre el aborto y a la vez mantener una postura troglodita con el uso del preservativo mientras millones de personas mueren en el mundo por culpa del sida. Sabemos, por supuesto, que hay muchos ciudadanos, encabezados por la jerarquía de la Iglesia, contrarios al aborto en cualquier circunstancia. Por eso resulta sospechoso que, en los ocho años de gobierno del PP, los obispos no se plantearan levantar barricadas en la calle. Ahora han decidido manifestarse políticamente y hacer pública su santa indignación. Y lo hacen en medio de una Semana Santa que están dispuestos a convertir en púlpito de fanáticos: lazos blancos reivindicativos, politización inmoral, boicot de actos, campaña contra el pregonero…. Algo que sólo puede provocar desavenencias y desagradables disputas.
A Gustavo Martín Garzo le invitaron a dar el pregón. Lo hizo el alcalde tras elegir su nombre entre una terna propuesta por la Junta de Cofradías. Él no pidió darlo pero su elección provocó un alud de críticas que desembocó en el boicot de una buena parte de las cofradías que decidieron no asistir al pregón. Por el camino, las críticas a Garzo incendiaron la calle y los medios de comunicación. Algunos de los cofrades se permitieron, incluso, el lujo de criticar abiertamente su labor como escritor jurando, de paso, no volver a comprar un libro suyo en la vida (¿habrían leído realmente algún libro de Martín Garzo?; es más, antes de esta polémica, ¿sabrían quién era Martín Garzo?). Su indignación tenía como punto de partida un artículo de Gustavo publicado dos años atrás en “El País”. En él decía cosas tan pecaminosas como que había que respetar el derecho de los niños a ser educados en los valores universales de la razón y la tolerancia. También, es cierto, criticaba las jurásicas consignas de las autoridades eclesiásticas y decía no comprender su complacencia con los poderosos ni la obsesión de todos esos guardianes de la moralidad por el sexo. ¡Todo muy diabólico! Palabra de Belcebú, vamos. Antes de dar el pregón, a Garzo le crucificaron mientras él insistía en hablar de lo mucho que había aprendido de la Biblia: valores como la caridad, la comprensión o el amor al prójimo, valores que él no encontraba entre los que le censuraban. Finalmente, leyó el pregón con las cofradías pro-boicot llevando a buen puerto su amenaza. Un Garzo lírico y emocionado habló de la Virgen pobre que cantó Francisco Pino y del cristianismo como la religión de la vida y la belleza. «La Semana Santa es de todos los vallisoletanos, no de algunos cofrades», dijo Martín Garzo, evitando además que le quemaran en la hoguera por hereje, por titiritero y por rojo. Algunos se quedaron con las ganas. ¿Es ésta la Iglesia acogedora y tolerante de la que estaría orgulloso aquél que se llamó Jesús de Nazaret?