Publicado en El Norte de Castilla el 6 de enero de 2012
Nos dicen que el año 2012 es el año Unamuno, el año Dickens, el año Faulkner. También nos acordaremos en este año bisiesto y olímpico de “Los Miserables”, de “la Pepa” y del hundimiento del Titanic que, con la que está cayendo y evocando las predicciones de los mayas, quizá sea el aniversario más celebrado. Para mí, el 2012 será el año Bostock, el del niño Gerald Bostock que a la tierna edad de ocho años ganó un importante premio de poesía con un magnífico y surrealista poema épico en el que criticaba la hipocresía y las dotes manipuladoras de una sociedad empeñada en apartar a los que no desean seguir el camino establecido. Aquel poema se titulaba “Thick as a brick”, fue musicado por Jethro Tull y constituyó el comienzo del mito. Un disco del que ya hemos hablado aquí y que se convirtió en el mejor de la historia del rock. Ian Anderson se inventó la historia del niño Bostock para burlarse de la dictatorial moda de los discos conceptuales que asolaba el panorama musical. Para ello dio un salto al vacío: un disco con una sola canción, convertido en una inmensa y maravillosa sinfonía en la que todas las piezas sonaban de manera diferente pero acababan encajando. A ello se unió la carpeta más trabajada y original jamás diseñada y una de las giras más deslumbrantes, teatrales y maravillosas que se recuerdan. Ian Anderson quiso reírse de los discos conceptuales y, al parodiarlos (como Cervantes los libros de caballerías), creó el Quijote de los discos conceptuales. Una obra única de la que se conmemora este año su cuarenta aniversario. Por ello, el viejo Aqualung volverá a subirse al escenario para tocarla en su totalidad. Llevo tres meses recopilando noticias, fotos, vídeos y todo lo que tenga que ver con el “Thick as a brick”. He leído, he investigado, he reflexionado, he desnudado el prodigioso poema del niño Bostock. Todo en él es grandioso, atractivo, hipnótico. Los editores no lo ven claro. Seguro que no tendrían los mismos prejuicios si escribiese sobre Justin Bieber o los Jonas Brothers. Algo que, claro, disgustaría profundamente al niño Bostock.