O mejor, traduciendo, ¿me estoy haciendo mayor?
Esa edad llamémosla X, que no estoy yo muy segura si es la del reloj, o la de cómo nos sentimos realmente, en cuantito llegamos a esa X empezamos a padecer de casi todo lo que les ocurre a nuestros mayores, y ya vamos apuntando maneras, ya lo creo que sí.
Tenemos todas las papeletas para que en esa rifa nos ocurra lo mismo. El reloj nunca retrocede ni aunque nos inyectáramos el botox en vena.
Cuando me miro al espejo pienso que estoy estupenda, y no me beso porque no me llego, y no tengo abuela tampoco, tengo que quererme un montón para pelear cada día con ese espejo que me dice de todo menos lo que quisiera oír porque aunque realista, la carne es débil y en consecuencia, me queda esa coquetería que creo es importante para sentirse algo mejor en ocasiones.
En consecuencia, mi edad no la diré ni harta de vino. :)
Sé que sería la misma para los que me apreciáis virtualmente, pero por eso precisamente, mejor lo dejo como está.
Bueno, si digo que tengo hijos mayores pues se supone que una cría no soy, pero que no cunda el pánico, aún puedo hablar con mis hijos en su lenguaje aproximado, y aunque su amiga no seré nunca, soy su madre, y lo primero es lo primero, tengo complicidad y cercanía hasta ese cierto punto que ellos y yo nos permitimos, cosa que jamás tuve con mis progenitores, eran otros tiempos diré en su descargo y en el mío.
Y el día que no me duele el tobillo, me duele la cabeza, o me veo esa arruga que ayer juraría no estaba ahí o quizá en mi ignorancia no había visto antes, porque el espejo se presentaba borroso, y mi autoestima estaba por los suelos.
Una de las cosas que más me revienta es que nos quieran vender cremas milagrosas.
Que nos tomen por descerebradas es pasarse por parte de las casas de cosmética, ¿quieren vender la moto de la eterna juventud? Pues vale, pero con un poquito de por favor sin insultar nuestra inteligencia.
“La vejez no vende” escribía hace unos días un estupendo bloguero, Juan Villacorta, es cierto, por desgracia, el lo explicó muy bien en el grado emocional que no sabemos tener con los mayores. A partir de su magnífico artículo se me ocurrió escribir lo que estáis leyendo, desde otro punto de vista, digamos, superficial en este caso.
En mi parecer en el plano físico, la perfección de una arruga es inmensa y hermosa, porque trabajo nos ha costado llegar hasta ahí, hasta esa primera que sale con una edad aún temprana, con los hijos, con el rictus de la amargura, o con la risa, reír dicen algunos, que arruga el rostro aunque lo hace más expresivo, pues riamos… ¿Qué más dará una pata de gallo más o menos?
La expresividad de un rostro, sea mayor o no, es algo impagable para el que quiere mirar algo más que una cara perfecta
Todo se estropea blogueros míos, todo, algunas/algunos que viven de su imagen están casi perfectos hasta que les llega la hora en que ya no hay por donde estirar y entonces cualquier momia esta a su altura.
Esos dichosos estrógenos tienen la culpa de casi todo, ya os digo
Nuestras madres envejecían prematuramente, su hidratación era el agua fresca del grifo, sin color artificial en las mejillas, eran ellas, sólo ellas, con sus ojeras y a veces su soledad puestas sin que nadie aliviara ninguna de las dos cosas, claro que tampoco tenían mucho tiempo para más y el cónyuge no lo tenía tampoco para mirar a la que cuidaba a sus hijos, y les ponía la comida en la mesa.
Claro que a estas alturas de la charla, supongo que tampoco ahora es que se fijen mucho en si hemos cambiado de peinado, nos hemos puesto el carmín en los labios, tenemos los ojos tristes, la mala uva a flor de piel, un optimismo galopante, o una alegría que nos sale por los poros de nuestra piel.
Pues eso.
Y menuda verborrea hoy la mía, me acabo de dar cuenta, en fin…
Saludos blogueros