– No sé lo que he hecho, pero no lo haré más.
– En este mundo no hay más que esperar.
– Estás preciosa. – Ya me has visto antes. – Hildy, a ti nadie te ha visto antes.
– Si no me voy ahora, no me servirá de nada irme luego.
– Hay cosas que no se pueden olvidar.
Dos pícaros de western crepuscular se confiesan en mitad del desierto. Amanece cuando el rijoso reverendo (“yo no me encapricho, yo las bautizo”) Joshua Duncan, clérigo de alzacuellos reversible, consuela a su gran amigo Cable Hogue y juntos recuerdan a la maravillosa Hildy, la señora más señorona del mundo, con una fontanería interior tan buena como la de Kansas City.
– Es curioso. Por mucho que se haya viajado y por muchas mujeres que hayas conocido, de vez en cuando hay una que te llega a lo más hondo, al corazón.
– ¿Y qué se puede hacer?
– Supongo que con la muerte se pasa todo.