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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

DIAMANTES DE SANGRE

Publicado en El Norte de Castilla el 22 de febrero de 2007
Conozco pocas armas más poderosas que el cine. Por eso, ante un mundo en el que muchos han terminado por mirar hacia otro lado, no deja de resultar gratificante el poderoso revulsivo de ciertas películas que podrían encuadrarse dentro del subgénero de denuncia sociopolítica que está poniendo de moda Hollywood, una industria que ha descubierto África, con sus tremebundas historias, sus paisajes maravillosos, sus injusticias resignadamente asumidas y sus crueles realidades. Ahora le toca el turno a Sierra Leona y a las espeluznantes bambalinas de las codiciadas minas de diamantes. La realidad de un país cuyas entrañas rebosan de riqueza y que, paradójicamente, se muere de hambre y se desangra en guerras estúpidas por culpa de los bastardos intereses de potencias extranjeras, de los señores de la guerra que manejan a su gusto aquel rincón del planeta (“la empresa va bien: once guerras en el continente”, dice uno de ellos) , de empresarios sin escrúpulos y de la avaricia de políticos y militares locales que realizan las mayores de las atrocidades con tal de conseguir rebañar el plato de los anteriores. Los diamantes de sangre hacen referencia a todos aquellos que se utilizan para comprar armas y financiar guerras. Gracias a la presión de muchas oenegés, se firmó en 2003 el “Proceso de Kimberley”, un sistema que obliga a los gobiernos a certificar que los diamantes que exportan están libres de sangre. Sobra comentar que políticos corruptos y comerciantes codiciosos se pasan Kimberley por el arco de triunfo. En Amberes, donde llegan el 80% de los diamantes brutos que se venden en el planeta, la policía reconoce que una buena parte se mueven en un mercado paralelo (sin ir más lejos, un país como Liberia, que no produce gemas, exporta millones de quilates). Los diamantes siguen cruzando fronteras y todos metiéndose un potosí en los bolsillos. Bueno, los civiles se resignan a ver cómo violan a las mujeres, cómo apresan a los hombres para hacerles trabajar como esclavos en las minas y cómo secuestran a los niños para, tras drogarles y lavarles el cerebro, ponerles un fusil en la mano y convertirles en asesinos. Pues eso, que África produce el 65% de los diamantes de todo el mundo, unos 8.000 millones de dólares al año. ¿Dónde está toda esa riqueza? ¿Dónde está el marfil, el caucho, el oro, el petróleo? Sí, ya sé que este tipo de películas y de denuncias irritan a determinados sectores, pero al menos sirven para que, gracias al inmenso poder del cine, muchas historias lleguen a todos los rincones del planeta. Ignoro si la película ha aliviado la conciencia de los que la han hecho o si solo ha servido para engordar sus cuentas corrientes, pero sé que gracias a ella gravísimos temas que se vienen denunciando desde hace tiempo (los niños-soldado, el comercio de armas, los ataques contra civiles, las prácticas cruentas de los mercenarios paramilitares, la corrupción de gobiernos, el trato degradante a los refugiados), están presentes en todas las tertulias, foros y medios de comunicación. Que una película tiene más fuerza que todos los noticiarios del mundo y sus dos horas de duración equivalen a años y años de esfuerzos de oenegés para hacerse escuchar. Que sí, que Dios abandonó hace mucho tiempo África pero, tal vez, un niñato como Leonardo DiCaprio provoque que alguien mueva, de una puñetera vez, ficha.

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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