Forma parte de mi educación sentimental, es la Biblia que siempre tengo en mi mesilla de noche, mi trilogía del amor y la saudade, tres de los últimos trabajos de madurez de Leonard Cohen: I’m your man, The future y Ten new songs. De ellos, por circunstancias personales e inconfesables, The future es la joya […]
Forma parte de mi educación sentimental, es la Biblia que siempre tengo en mi mesilla de noche, mi trilogía del amor y la saudade, tres de los últimos trabajos de madurez de Leonard Cohen: I’m your man, The future y Ten new songs. De ellos, por circunstancias personales e inconfesables, The future es la joya que desde hace mucho tiempo es capaz de devolverme mis noches rotas, mi habitación de espejos, mi vida secreta. Acostumbro a llevar a Leonard Cohen siempre conmigo, el Cohen de Suzanne (porque los amores locos no se olvidan jamás), el viejo fumador alcohólico de voz profunda, áspera y desgastada, uno de los mejores poetas que conozco, con sus versos existencialistas, románticos y humanistas, el que siempre ha sabido acompañarme en los momentos más terribles de depresión y soledad. En 1992, tras una desconcertante relación con la actriz Rebecca de Mornay, LC se recluyó en un monasterio de monjes Zen cerca de Los Ángeles, donde llegó a ser ordenado monje. Por entonces, salió al mercado The future, una obra de redentora belleza alquímica que mezcla lo melancólico y lo perturbador, donde todos los miserables poetastros aparecen intentando sonar como Charlie Manson, donde la sabiduría de Johnny Walker es generosa, donde el violinista toca cosas tan sublimes que las mujeres se arrancan las blusas y los hombres bailan sobre telas de lunares, donde la nueva tecnología instrumental y la nueva voz ronca se mezclan con suspiros, gritos y besos hambrientos. En The future recuperamos el ropaje depresivo, el desasosiego y la certeza de que el amor es el único salvavidas que nos queda, por eso siempre estamos esperando el milagro, aunque todos sabemos que nunca llegará (“No quiero que el amor vuelva a hacerme daño: así que no me des el mundo hoy y me lo quites mañana, no me hagas eso, cariño”). La particular visión de LC acerca del futuro se resume en la máxima filosófica que protagoniza el disco: “Devuélveme el muro de Berlín, dame Stalin y San Pablo, dame Cristo o Hiroshima, he visto el futuro, hermano, y es un crimen”. Tal vez por eso, hace tiempo que decidí dejar el futuro en sus manos….